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La obesidad como trastorno de las emociones (página 2)




Enviado por Felix Larocca



Partes: 1, 2

Osvaldo
aparece

Una tarde llegamos a la playa cuando los últimos
rayos del sol se extinguían bajo la línea rojiza
del horizonte. Ese día a William no le tocaba trabajar.
Osvaldo caminó con nosotros y añadió a la
historia
clínica de su amigo el hecho importantísimo de que
William había estado muy
triste desde la partida de su esposa (hecho éste que
coincidiría exactamente con la fecha cuando la
aflicción comenzara). Ella, por mutuo acuerdo, se
había ido a Puerto Rico
(vía yola "first class"), isla donde los prados son
de más verdor que los de Quisqueya, para que con sus
ganancias de "doméstica" poder ayudar a
su joven familia y a sus
hijos, quienes quedaran atrás.

Ahora, la solución del problema estaba finalmente
en nuestras manos. No, no era un asunto de la psiquiatría
ni de la de un trastorno afectivo formal. Este era el problema de
una persona
acongojada por una "pérdida" de gran significado en su
vida, necesitando ser renutrida en su vida emocional. Con
ello la gordura y la tristeza de William cesaron. Nos
tomó, simplemente, muchas caminatas largas de terapia, con
el amigo del semblante triste y del apodo
anglosajón.

Corolario

Los nombres de nuestros amigos se han cambiados para
preservar sus derechos a la
confidencialidad — aunque William, por ser pobre, a
nadie le importa. Ellos nos otorgaron permiso para
compartir estos datos.

Aquéllos quienes pretendan "tratar" los
trastornos del peso (sobre y bajo), los del comer y los de las
emociones
humanas; tienen el solemne y grave deber, ética y
compasivamente, de tratar a la persona en su totalidad
—- y no solamente tratarle su peso (el que se refleja en la
balanza) —- objetivo, a
menudo, que se acostumbra "tratar", en el comercio,
utilitario e indiferente, de las industrias
dietéticas.

Prosigamos

La comida y la
bebida: ¿Convergencia o Divergencia?

Dr. Félix E. F. Larocca

Muchas de las personas quienes me hayan oído
referirme a los asuntos del comer, de la gordura y de la flacura;
han sido sometidas a escuchar el chiste (ya muy repetido) de
cuando Boris Yeltsin estaba compartiendo con su esposa las
resoluciones que él había hecho para el año
nuevo (decía):

"[Yo] llevaré a cabo el desarmamiento total,
traeré la paz global, eliminaré la pobreza, y
perderé unas libras…" a lo que la esposa
respondió: "Boris, tú sabes bien que el
perder el peso es imposible…"

La comida y la bebida, partes de todos los rituales
religiosos humanos. La cornucopia, las siete vacas gordas y las
siete vacas flacas. Los ayunos de Cristo, de la Cuaresma y del
Ramadán. Del modo característico como se revisten
las bodas, los cumpleaños y aun el duelo. De las cocinas
(cuisines) étnicas y de las industrias
dietéticas y de comidas del hambre — Esta última
la más horrorosa de las torturas a la cual están
sometidas tantos millones de personas en este mundo, que dietan
para rebajar.

En los Estados Unidos,
ha mucho tiempo que se
ha entendido, el hecho básico, de que el líder
de esa nación
próspera, debe de evitar la apariencia incongruente de la
gordura ostensible. Por ello, durante las campañas
presidenciales tanto las esposas, como los candidatos hacen todo
lo posible para perder de peso. Como se le atribuía a Mr.
Clinton "uno no puede encabezar el gobierno de una
nación,
ostentando la gordura o la riqueza". Es ésta una
metáfora muy poderosa.

Helmut Kohl

En la psicología de C. G.
Jung, se expresa que además de los fenómenos,
esenciales del Inconsciente Colectivo, de los arquetipos, de los
arcanos y de la persona; que, además de
éstos, existen otros principios, que
modifican nuestras vidas, los cuales Jung solía
categorizar como las Convergencias y las
Divergencias.

Las Convergencias se refieren, brevemente, a la
tendencia a que nos ocurran hechos fortuitos (que suceden
más que por coincidencia) que afectan el curso y el
derrotero de nuestras vidas. Las Divergencias, que no son
necesariamente lo opuesto a las convergencias, se refieren a las
acciones
volitivas que pudiésemos tomar libremente para modificar
el curso de nuestro Destino, afectando la dirección dada a éste por la
presencia de Convergencias.

La gordura, apareció por Convergencia en nuestro
cuerpo. El ser humano fue dotado, de modo homeostático con
la capacidad innata e intrínseca de ganar de peso. Esta
capacidad era (y aun lo es) esencialmente necesaria para
sobrevivir los ciclos periódicos de hambre y de abundancia
que se sucedían en el orden natural de las cosas. El
aumento de peso al cual me refiero, no era ni extremo, ni duraba
mucho tiempo, ya que se esparcía con la llegada
periódica de la escasez, y con la
necesidad de movilizarse, a veces muy lejos, para adquirir
alimentos.
Esta capacidad de acumular la grasa, también poseía
características regionales; siendo diferente para un
habitante del desierto, de lo que fuera para un habitante del
Círculo Ártico. (Véase al respecto el
libro: The
Tangled Wing: Biological Contraints on the
Human
Spirit
por M. Konner).

El Nuevo traje del emperador

La Divergencia apareció, entonces, cuando nos
comenzáramos a percatar del hecho de que la gordura, no
sólo era indeseable, sino que también estaba
asociada con la incidencia de enfermedades crónicas
y debilitantes que acortaban y que menoscababan la calidad de
nuestras vidas. Con ello comenzaran los estudios que
prometían (insensatamente) que se descubrirían la
"razones" por las que los seres humanos engordan, seguidos por el
desarrollo
rápido de métodos
efectivos para eliminar esta condición. Pero, la
Divergencia fue que esto nunca ha podido lograrse, ni aun
remotamente… como lo "expresaba" la señora de
Yeltsin.

¿Por qué la gordura desafía tan
tenazmente nuestros ataques y los esfuerzos increíbles que
se llevan a cabo en su contra? ¿Cómo es posible,
que una industria
(cual lo es la dietética, en los EE.UU.) que se embolsica
anualmente miles de millones de dólares, no ha podido, tan
siquiera justificar su existencia proveyéndonos con un
(solamente un) método
para perder el peso que sea durable y que no resulte en
incrementos de libras ulteriores, a menudo, por encima del peso
que se tenía inicialmente?

¿Por qué el Congreso de los Estados Unidos
ha decidido que es necesario investigar la industria
dietética para eliminar las afirmaciones falsas con las
cuales se les hacen publicidad a los
métodos diversos [y siempre decepcionantes] por medio de
los cuales se promete a los incautos que perderán las
libras aborrecidas?

La razón es tan simple, que por ello puede que
sea que eluda la detección.

La razón es: Que los investigadores aun no han
podido localizar la causa (etiología) de la gordura,
permaneciendo confusos; y confundiéndonos a todos con sus
propias ignorancias. Si esto que digo es verdad;
¿porqué, entonces, los investigadores no admiten
sus limitaciones?

La respuesta, también es simple: Siendo humanos,
los investigadores, cual lo fuese con el Emperador de la
fábula famosa, no quieren confesar que ellos están
desnudos.

Prosigamos

Para Mantener el Peso
Perdido: La Lección Derivada de un Experimento Informal y
Empírico

Dr. Félix E. F. Larocca

Muy a menudo se tropieza uno con el hecho de que, por lo
menos en círculos de orientación académica y
científicas, el tratamiento y la cura de la gordura se
visualizan con escepticismo.

A pesar de que los programas
dietarios en Norteamérica han proliferado enormemente, a
pesar de que la educación del
público se ha intensificado por medio de campañas
de educación
muy ambiciosas, y, a pesar de que la industria de comidas
"Lite" (dietéticas) nos proporcionan una selección
tremenda de comidas alternativas, la obesidad en
los EE.UU. ha comenzado a afectar a un 63% de la población adulta. La República
Dominicana, blanco de tiro para las industrias Norteamericanas
que ofrecen "fast food", muy pronto tendrá que
considerar y confrontar el mismo problema que confronta nuestro
vecino norteño en este respecto.

El problema más serio que confrontaran los
profesionales, quienes bajo la dirección del rimbombante y
vistoso ex-Cirujano General de los EE.UU., C. Everett Kopp, hace
diez años cuando lanzaron una campaña ambiciosa
para erradicar este problema, fue que cómo no se conoce a
ciencia cierta
la(s) causa(s) del acertijo, nadie sabe por dónde se
debía de empezar. De modo que, como pasa con tantas
cruzadas bien intencionadas, nosotros predijimos que esta
campaña fracasaría — como lo hiciera.

Respondiendo al aprieto en que se encontraba una
paciente, quien se quejaba de que estaba "atascada" en su
progreso para perder el peso que aún le restaba, ciertas
observaciones y experimentos nos
proveyeron con alguna penetración en este
dilema.

Hace mucho tiempo que nuestra cocinera-ama de llave se
ha ocupado de cocinar la comida propia, la del jardinero y la del
celador guachimán de nuestra casa. Ella cocina
almuerzo para ellos de lunes a viernes, para ella de lunes a
jueves y, para el guachimán, sábado, domingo
y todas las comidas que consume si se queda en la casa cuando
estamos fuera. El ama de llaves ni duerme en la casa, ni cocina
para nosotros. La comida que prepara para los empleados, para los
días que ella no trabaja, se la guarda en su nevera y
ellos se la calientan. Nosotros les proveemos, entre otras cosas:
arroz, víveres, carnes, aceite
vegetal, "sopita", vinagre, salsas, pero no azúcar
(ellos compran ésta y la sal con el dinero que
se les proporciona para lo que necesiten
adicionalmente).

En esta situación empírica tenemos un 66%
de aumento de peso. La cocinera (la única de los tres que
se ha pesado) en trece meses ha aumentado 49 libras consumiendo
la comida del mediodía solamente y, eso ha sido,
consumiéndola solamente cuatro veces a la semana. El
"guachimán" ha tenido que reemplazar sus uniformes
tres veces por otros más amplios. Y, el jardinero,
éste no ha ganado ni una onza perceptible.

Ramón, el jardinero, trabaja constantemente y
come comida haitiana, bacalao salado y muchos vegetales.
Filosóficamente, en voz alta, admite: "Es que a mis
mujeres no les gustan los gordos…"

Desde el mes de febrero, nosotros nos alojamos de lunes
a miércoles en un hotel de la Capital el
cual suministra el desayuno y unos bocadillos por la noche como
parte del precio de la
habitación. Creyendo, que si uno le añade una
cantidad pequeña de comida a la dieta usual, que ello se
reflejaría en un aumento de peso a largo plazo, aunque uno
no cambie nada más, enlistamos la colaboración de
unos empleados del sitio a tres de los cuales les ofrecimos 5
rebanadas delgadas del jamón del desayuno los días
martes y miércoles. A otros tres voluntarios se les
proporcionaron frutas frescas en cantidades mayores de las del
jamón, y a otras tres personas se les pidió que,
simplemente, estuvieran conscientes de su peso por los
próximos diez meses. Los voluntarios eran dos
jóvenes varones, y una hembra en cada grupo de
edades correspondientes.

Los resultados fueron los siguientes: Los que
consumieron el jamón durante los diez meses, reportaron un
incremento de peso de por lo menos 6 libras, los que comieron
fruta, perdieron un promedio de dos libras y cuarta cada uno, el
tercer grupo, no permaneció estable: un voluntario
ganó seis libras desde la celebración de la fiesta
de Thanksgiving (ello en preparación para ganar
más en las pascuas futuras), otro voluntario ganó
tres libras y media (sin saber porqué), y, la tercera,
acumuló once libras en tres semanas que pasara de
vacaciones. Ella dijo que sabía por qué, pero no
quiso discutirlo.

En resumen, parece ser obvio que este experimento de
diseño
aficionado, corrobora los experimentos más rigurosos que
ha reportado el Dr. William I. Bennett, los cuales demuestran que
los métodos por los cuales se ganan y se pierden las
libras no están supeditados a un control
"fiduciario". Como si fuésemos un banco.
(Véase mi artículo al respecto).

A mi amiga quien está estancada, yo la aliento a
localizar el eslabón débil en el sistema que
sigue, y a nuestros lectores, quienes anticipen las fiestas
navideñas con salivación abundante, que celebren
dentro de la paz familiar, que honren a un Dios, cuya
Última Cena fuese un modelo de
escueta discreción.

Y aquí, finalmente, concluimos

¡Estoy demasiado gorda!

La dieta para
adelgazar: Una injerencia inaceptable

Dr. Félix E. F. Larocca

Hace unos treinta años que se lanzara en los
Estados Unidos de Norteamérica la campaña
más ambiciosa para alertar al público de los
peligros inherentes a la obesidad, que entonces se estimaba
clamar como víctimas a un 25% de la población
adulta.

Simultáneamente, dos epifenómenos
adquirieron visibilidad, durante ese período
histórico: La proliferación de "métodos"
dietéticos que "aseguraban" resultados quiméricos y
el adviento de las disorexias con sus resultados
deletéreos para sus víctimas y para los familiares
de ellas. Las disorexias, por supuesto siendo: La anorexia
nervosa, la bulimia
nervosa, la obesidad, y la dieta para adelgazar.

Hace unos meses que se reportaran hallazgos
sorprendentes en su naturaleza en
ese país norteamericano. Los ciudadanos habían
abandonado al unísono, y sin preámbulo el consumo de las
comidas dietéticas (las que habían adoptado por
necesidad), tornándose en consumidores conspicuos de las
comidas grasosas, las comidas sabrosas, las comidas engordadoras
y de todo aquello que hasta hacían unos pocos meses
sería considerado tabú.

Más sorprendente fue, que simultáneamente,
la industria dietética norteamericana estaba siendo
objetivo de investigaciones
por miembros del congreso por el fallo que había logrado
en cumplir sus promesas, y por haber estado envuelta en
actividades fraudulentas, decepcionantes y negativas para la
salud (y el
bolsillo) de las "víctimas" (palabras de un congresista) a
quiénes pretendían servir… en lugar de
servirse de ellos.

La semana pasada, un reporte apareció en varios
periódicos estadounidenses describiendo el hecho
paradójico, de que el americano, yéndose a las
dietas, no sólo no perdió peso alguno, sino que el
porcentaje de los obesos saltó del 25% al 65.4% en los
últimos diez años. Muchos de los programas
dietéticos, los cuales el año pasado ganaron
más de 80 mil millones de U.S. dólares han
comenzado a sentir la presión
pública de sus críticos en el congreso de los
Estados Unidos y en la clase
médica responsable.

La pregunta es: ¿porqué un plan tan
ambicioso como lo fuera el de eliminar la obesidad universal en
Norteamérica resultó en un porcentaje mayor en la
incidencia y en la frecuencia con que se detectaría la
obesidad? ¿Por qué contribuyó a la epidemia
de la anorexia y de la bulimia nervosa que le costaran las vidas
a tantas mujeres jóvenes, o que les arrebatara la
felicidad a tantas otras?

Como ya habrán aprendido quienes sigan esta
columna regularmente; el acto de "irse" (o de ponerse) a la dieta
crea un estado conflictivo en nuestro cuerpo, en centros los
cuales no están sujetos a nuestro control volitivo.
Consecuentemente, el cuerpo "interpreta" la restricción
alimenticia como evidencia de una crisis
inminente. Preparándose para ello, efectúa cambios
fundamentales, como es mejorando el metabolismo,
tornándolo más eficiente, resultando en la
acumulación más rápida en forma de grasa de
los alimentos consumidos. Esto puede resultar en la
obesidad.

En las anoréxicas, el cuerpo, no tiene la
oportunidad de vencer las defensas estoicas y espartanas erectas
por mujeres cadavéricas y ascéticas, cuyas
distorsiones psíquicas son controladas por la
inanición presente en ellas; resultando en su caso, en un
estancamiento físico que puede repercutirles en
daños permanentes y aún en la
muerte.

En las bulímicas, el hambre socava la
decisión a no comer y sus víctimas se encuentran
atrapadas en un círculo vicioso que se puede encapsular
mejor en las palabras de una paciente joven:
"Jartura-purgar-jartura-purgar… para siempre". Pero esto
también puede resultar en detrimentos a una variedad de
órganos y, también, puede resultar en la muerte.

En
resumen:

La dieta para adelgazar no es ni buena ni es saludable.
Sus resultados positivos no son ni permanentes ni han sido
comprobados por el uso del método
científico.

Duden a quien que les prometa que les puede "ayudar" a
perder unas libras, eliminando lo que se come, mientras se padece
del hambre.

Las pastillas de dieta, y las comidas dietéticas
son malas para la salud.

Los gordos no sufren de hipotiroidismo… los gordos
sufren de una autoestima
disminuida por el hecho de que nadie les ha podido ayudar a
perder la gordura — ya que sufren de los efectos de esa cuarta
disorexia: La dieta para adelgazar…

Bibliografía

Suministrada por solicitud.

 

Dr. Félix E. F. Larocca

Partes: 1, 2
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